el pianista de jazz Chick Corea y el banjista Béla Fleck se presentaron recietemente en el Teatro Keswick de Fialdelfia. Alejados de sus bandas propias, ambos se lucieron increíblemente. Las luces del escenario nunca se debilitaron en el Keswick. Chick Corea y Béla Fleck lo prefirieron de este modo: sin la austeridad de una sala de conciertos, casi sin oscuridad y ambientando el escenario como sala de estar informal. En este espacio acústicamente espléndido, cada matiz del piano de Corea y del banjo de Fleck saltaban del escenario, amplificados y sin distorsión alguna.
¿Un banjo? No es en realidad lo que uno espera ver en un espectáculo de jazz. Pero Fleck ha transportado al instrumento dentro de un nuevo rango de improvisación, preservando el sabor tosco tan característico del banjo.
En 1994, él invitó a Corea, una figura destacada en el mundo del jazz, a tocar junto a su grupo, los Flecktones; posteriormente Corea decidió incluir a Fleck en su carrera retrospectiva que iniciaría en el 2001, Rendezvous en Nueva York. Ellos recién habían lanzado un fascinante CD a dúo titulado «The Enchantment» (El Encantamiento). Fuera de sus respectivas bandas, ambos alzaron vuelo exitosamente y con gran aceptación del público.
En un set de 45 minutos, Corea y Fleck se expandieron sobre la música del reciente álbum. El relampagueante contrapunto, las intrincadas corridas al unísono y los magníficos solos fueron temibles. La Canción para Chicos Nº6, también conocida por los grandes fans de Corea como “Canción para los Reyes Faraones”, culminó con el excelente show. Pero la sutileza formal de las composiciones interpretadas fue tan gratificante como la técnica.
“El Encantamiento” de Corea resonó con misterio romántico. “Menagerie”, “Espectáculo” y “Un vals para Abby” de Fleck añadieron una mezcla estilística de imaginación. El tema “Mountain” y “Joban dna nopia” se consideraron nítidamente como los puntos de referencia del dúo.
En medio de una deslumbrante cadenza durante “Un extraño romance”, Fleck buscó para encontrar a Corea mirando por encima de su partitura, y luego señaló su reloj. El número semi-cómico, que se extendió como una rutina de Victor Borge, dijo mucho acera de la esencia no competitiva de esta asociación. Verdaderamente, una ceombinación de músicos para celebrar.