Muchos de los compositores inconformistas de América se han transformado finalmente en inventores. La cultura musical que heredamos de Europa, e incluso de aquellos músicos que han traído música de Asia y África, no siempre ha sido suficiente para las necesidades de la democrática, comercial, ruidosa y avanzada América. El oboe, el piano, el violín no siempre pueden tocar la música que los americanos queremos oír en nuestras cabezas. Algunos de los compositores inconformistas de América han sido llamados inventores de un modo despectivo. En un articulo de 1962, Aaron Copland llamó a Henry Cowel “un inventor, no un compositor”. Repitiendo ese comentario, muchos años después Arnold Schoenberg diría que su estudiante John Cage “no era un compositor, sino un inventor— ¡un genio!”. De algún modo, en el mundo de la orquesta sinfónica y en el de los conservatorios de música, ser un inventor musical no es ser del todo un compositor.
Pero Henry Cowell fue un inventor. Siendo adolescente tocaba el teclado del piano con sus puños y sus antebrazos, golpeando muchas notas continuas a la vez: el acorde “cluster”. Resultó que Charles Ives ya había inventado el acorde cluster unos pocos años antes, pero no había problema, Cowell tenía otras invenciones. Fue el primero en tocar el piano rasgueando las cuerdas. Fue el primero en pasar su uña a lo largo de una cuerda del piano, produciendo un extraño llanto, como si fuera el lamento de un fantasma.
En su libro «Nuevos recursos musicales», se encuentra su invento más significativo de todos: inventó un nuevo enfoque del ritmo que dividía la medición en muchas diferentes divisiones iguales, lo que permitía que varios tiempos fueran tocados a la vez. A los 20 años, escribió una pieza irónicamente titulada «Cuarteto romántico», para dos flautas, violín y viola, en la cual ilustraba sus teorías. Esta composición abría con los instrumentos tocando poliritmos de 4 contra 5 contra 6, y luego se movía a tiempos de 16 contra 27, contra 36, contra 45 y así sucesivamente. Casi inejecutable, la pieza permaneció sin escucharse hasta 1978, cuando fue grabada por cuatro intérpretes que escuchaban mediante auriculares «clicktracks» (marcaciones de tiempo) marcando sus diversos tiempos. Seguidamente podemos ver una de sus obras para «piano y manos».
Una de las cosas que menciona Cowell en su libro es que, si bien estos ritmos pueden ser imposibles de ejecutar para intérpretes humanos, “estos altamente abstractos complejos rítmicos podrían ser fácilmente cortados en un rollo para pianola u otros instrumentos mecánicos. Esto daría una razón real,” continúa, “para escribir música especialmente para estos instrumentos, como si la música actual para ésta no pareciera tenerlos”.
Se encuentra interesante la sugerencia inventiva que nos pone de manifiesto Cowell, su música poliritmica rica en sonoridades más que, simplemente estar explotando la posición unica en el piano, no, sino tambien buscar, y valerse del teatro, y descubrir sonoridades no tan únicas.
A buena hora ,aparecen mùsicos con un estilo diferente ,solo para entendedores ,de lo nuevo,el mundo de la musica tonal,puede terminar si aparecen inventores de las nuevas escrituras para esta bellas melodias que nos trae el mundo sin fin .
Por suerte la música es infinita…
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