“Lo que verdaderamente predomina con Prokofiev es su energía. Simplemente, te atrapa”, dijo Boris Berman, jefe de piano de la Universidad de Yale y pianista brillante de concierto que pasó buena parte del mes en Melbourne. «Hay algo básicamente muy saludable, muy vital, muy vivo en la música de Prokofiev. No solo es energía rítmica sino que su música está mucho más viva, como si estuviese palpitando. Prokofiev puede ser dramático, pero nunca es morboso ni nunca está deprimido».
Berman, nacido en Moscú, tiene un postgrado impecable en Prokofiev. Estudió bajo las órdenes del pianista Lev Oborin quien trabajó con el compositor y jugó un papel muy importante en todos los trabajos de piano de Prokofiev (nueve CDs, lanzados por el líder de la marca Chandos), y acaba de publicar un estudio de sus nueve sonatas para piano (las sonatas para piano de Prokofiev, Yale University Press).
Estuvo en Melbourne el mes pasado, enseñando en la Academia Nacional Australiana de Música, tocando Mozart con la Melbourne Symphony Orchestra y dando recitales de Prokofiev. Prokofiev entrenó al violinista David Oistrakh y también a Oborin, el maestro de Berman, para el estreno de la primera sonata de violín. Berman recuerda una anécdota: Oborin tocó un pasaje marcado como fuerte gentilmente para Prokofiev, quien insistió en que debía ser más agresivo. Oborin dijo que tenía miedo de dejar el violín, para lo que Prokofiev dijo: “Debería sonar de tal manera que la gente salte de su asiento y diga, ¿Está loco?”.
Berman dijo que Oborin, al igual que Prokofiev, también era anti-sentimentalista. «Un montón de pianistas rusos de su tiempo, y nuestros también, tendían a ser muy indulgentes, muy artísticos, y tenían exceso de pasión. El siempre criticó a los estudiantes que se sientan en posiciones pintorescas en el piano».
Berman no está equivocado, hasta el pianista menos afectado, alguna vez debe comprometerse. El toque de Prokofiev se parece a un oso ruso, con la nariz y la barba por delante y el cuerpo curvado hacia el piano. Produce una fuerza enorme con movimientos muy pequeños, delicados y con sentido. Mirando el reflejo de sus manos destellando en el piano Steinway de la Academia Nacional Australiana, parecía como si tuviese 4 manos -y sonaba de la misma manera también. El toque de Chopin, sin embargo, tiene un estilo más diferente, más vertical y relajado.
Ojala yo ya tuviera la oportunidad de sacar una sonta de Prokofiev para ver su esencia.